Tomando un vaporetto (pequeño ferri de pasajeros) abandonaremos la laguna para visitar Torcello, toda de verde y oro, y la colorista Burano. En Torcello, un camino de cabras lleva hasta la bizantina Basilica di Santa Maria Assunta, con una virgen dorada en el ábside que observa impasible los diablos azules de enfrente. De ahí tomaremos otro barquito a Burano para admirar los colores de sus casas y visitar los encajes artesanos del Museo del Merletto.
En los legendarios fornaci (hornos) de Murano se puede ver a los artesanos del cristal en acción, y sus mejores creaciones en el Museo del Vetro, espléndidamente renovado. Cuando cierren los talleres de Murano, tómese el vaporetto hasta Giudecca para dejarse mimar en el JW Marriott Spa y contemplar el reflejo de San Marcos en las aguas del canal.
Como premio tras una ardua exploración por la laguna, nada mejor que brindar con un prosecco al otro lado de Piazza San Marco, en el eterno Caffè Florian; estos últimos pasos se pueden repetir cuanto sea necesario.